Vino blanco fermentado en barrica: elegancia y complejidad en cada sorbo
Día 17 de 24 de nuestro calendario de adviento 2025.
El vino blanco fermentado en barrica representa una de las expresiones más refinadas de la vinificación moderna, combinando la frescura y los aromas varietales propios de la uva blanca con la complejidad, el cuerpo y los matices que aporta la madera. Este estilo de vino no es fruto de la casualidad: requiere un proceso cuidado y prolongado, donde cada etapa influye en la calidad final y en la integración de los aromas del roble con los del propio vino.
El proceso comienza en el viñedo, con una vendimia cuidadosa y una selección estricta de uvas en su punto óptimo de maduración. Solo los racimos sanos y de calidad pasan al siguiente paso, asegurando un mosto limpio y equilibrado. Tras un prensado suave, se obtiene el mosto y se clarifica para eliminar impurezas y sólidos que puedan interferir en la fermentación o aportar sabores no deseados.

La fermentación se realiza directamente en barricas de roble, ya sean francesas o americanas, a temperaturas controladas que oscilan entre 12 y 18 °C. Este ambiente permite que el vino desarrolle sus aromas frutales al tiempo que se integra con los matices de vainilla, especias y tostados que aporta la madera. Además, muchos enólogos emplean levaduras seleccionadas para potenciar ciertos perfiles aromáticos y asegurar una fermentación limpia y equilibrada.
Una de las claves de estos vinos es la crianza sobre lías, donde el vino permanece en contacto con las levaduras muertas durante semanas o meses. A través de los batonnages, el removido periódico de las lías, se consigue aumentar la textura, el cuerpo y la complejidad, aportando notas cremosas y redondeadas que enriquecen la experiencia en boca.
Antes del embotellado, el vino se somete a procesos de clarificación y estabilización para garantizar limpieza y estabilidad, preservando al mismo tiempo los aromas desarrollados durante la fermentación y la crianza. El resultado final es un vino de color amarillo dorado, con reflejos verdes o pajizos, aromas que combinan fruta blanca madura, cítricos, vainilla y suaves tostados, y una boca de cuerpo medio-alto, textura cremosa, acidez equilibrada y final largo y persistente.
En definitiva, el vino blanco fermentado en barrica es la expresión de un equilibrio perfecto entre frescura y complejidad, ideal para maridar con pescados grasos, mariscos, carnes blancas y quesos suaves, o simplemente para disfrutar de una copa que refleja paciencia, técnica y respeto por la uva.
¡Vamos a ver un ejemplo!
¡A por los datos técnicos!
Nombre: Artífice Llanito Perera
Variedades: Listán blanco
Nombre de la bodega: Borja Pérez Viticultor
Localización: Vino de España
¡Despertando los sentidos! ¡A descorchar!
A la vista se presenta como un vino limpio, de intensidad media, con un color amarillo-limón brillante.

En nariz muestra una intensidad media alta, destacando aromas primarios de fruta de hueso, como melocotón y albaricoque, y notas tropicales de plátano, acompañadas de mermelada de pomelo. Además, se perciben aromas secundarios de pan tostado, vainilla y pastelería que aportan complejidad.
En boca es un vino seco, con acidez media alta, alcohol y cuerpo medios altos. La intensidad es media y las sensaciones gustativas reflejan fielmente lo percibido en nariz, mostrando armonía entre fruta, notas dulces y tostadas. El final es de intensidad media, equilibrado y agradable.
En conclusión, se trata de un vino de bueno, listo para disfrutar ahora, aunque con potencial de envejecimiento. Resulta particularmente adecuado para acompañar pescados grasos como salmón o atún, carnes blancas como el cerdo, o pastas con salsas a base de nata o mantequilla, ofreciendo maridajes equilibrados y complejos.
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